domingo, 5 de diciembre de 2010

Sambo, Mulato, Mestizo.


Esta mañana empezó muy temprano, eran apenas las cinco y yo ya encendía el televisor. Haciendo zapping me encontré con una peli en uno de los canales de cine. Era uno de estos filmes hechos para la comunidad afroamericana estadounidense  en los que el 99% de los personajes son de esa raza y los que no lo son, son policías o algún tipo de autoridad. Recuerdo que este tipo de cine vine a descubrirlo por allá a finales de los años 80s cuando los periplos delincuenciales de una tía la llevaron a radicarse en una ciudad del sur de los Estados Unidos y nos inundó con películas de este tipo en los que hasta Blancanieves y los siete enanos cambiaban del color en que los hermanos Grimm, muy blancos ellos por cierto, los describieron. La película se llama “This Christmas” y a pesar de no ser una pieza que marcara la historia del cine, con una de sus historias me hizo reflexionar acerca de mi condición.
Con la mezcla de mis padres  que dieron lugar a mi condición étnica, me he movido entre el mundo de lo que en Colombia llamamos mestizos, que no es otra cosa que los “blancos”,  y el mundo afro, de un lado para el otro siendo el primero el que realmente influencio mis años de infancia y juventud. Nunca supe lo que era ir a una misa en la que el coro fuera conformado por negras matronas grandotas cantando Gospel o ver a mi mamá contoneando sus caderas de un lado al otro al ritmo de algún ritmo africano. Por el contrario, mis misas fueron marcadas por cantos revolucionarios con guitarra y letras que invitaban a la lucha guerrillera y los bailes familiares no se caracterizaban precisamente por los movimientos, muchas veces escasos, en las mujeres de mi familia materna. Mi cercanía al pueblo de lo que puedo denominar “mi raza” se dio por los viajes anuales o a veces semestrales a visitar a la familia de mi papá. Nunca he tenido una relación estable con una mujer “negra” y nunca me he sentido ofendido cuando la gente me llama negro.
Pero esta unión de los dos mundos es lo que han hecho de mi lo que soy ahora, un hombre tolerante, adjetivo que cada vez parece desvanecerse más de la humanidad, la misma que pareciera querer regresar al árbol del que bajo alguna vez.
Leyendo las noticias que a diario invaden nuestro mundo vemos como países que dicen llamarse civilizados emprenden campañas desde sus gobiernos hacia la discriminación de los grupos étnicos minoritarios que van desde el prohibir el uso de atuendos típicos en su cultura hasta el culparlos del desastre económico del modelo capitalista moderno.  Escuchar a personajes como Berlusconi o Sarkosy me recuerdan que este mundo está liderado por personajes que el pueblo ciegamente elige por que ven en ellos la imagen de padres autoritarios capaces de mandar y hacerse respetar, y que en el caso post-moderno, prometen prosperidad económica, algo que es tan ambiguo y débil tal y como quedó demostrado con la crisis económica de los últimos años.
En sociedades como en la que por azares del destino me muevo ahora, la de la costa Caribe colombiana, es impensable encontrar a un afrocolombiano ocupando un puesto de importancia social, política o económica,(aun y cuando mas del 60% de su población es conciderada afrodesendiente), pero como no ser así si ellos hoy, tras la primera decada del siglo XXI,  aún se fijan en los apellidos y abolengos de las familias para saber si su hija o hijo está “bien” comprometida o comprometido y en los negros estos apellidos escasean.
Hago un llamado a la cordura. El mundo en el que estamos ahora ha estado marcado por las diferencias y son esas diferencias las que nos enriquecen, y no solo las diferencias, lo son también esos puntos de encuentro en los que podemos ver a Elvis moviendo las caderas como un “negro”, o al reverendo King con el liderazgo político de un “blanco”. Quiero vivir en un mundo en que los negros que vengan puedan gozar de los cantos de Frank Sinatra y Johnny Cash sin ser acusados de falsos o traicioneros a la raza o que los blancos puedan usar trenzas y cantar R&B sin ser acusados de negros wanna be, porque somos una sola humanidad, y así como me emociono  bajo la torre Eiffel en París escuchando a Édith Piaf o en el festival de música del pacífico en Cali al sonido de un currulao, espero que todos lo puedan hacer. No se trata de homogeneidad o de gustos, de lo que es bueno o lo que es malo, de lo que es blanco o lo que es negro,  se trata de respeto a la diferencia y del verme en el otro a mí mismo, que lo que ese otro siente, dice o piensa es tan importante, o tal vez, más de lo que yo siento digo o pienso.

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